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Bajo la influencia de la Especia Melange, la Especia de las Especias...

sábado, 18 de agosto de 2012

El Templo Hermético

Es indudable que la Orden del Temple, como otras muchas fundadas más o menos en aquellos tiempos, poseía muchos conocimientos ocultos.

A los Templarios se les atribuye la paternidad de la Francmasonería, y es posible, como afirman algunos historiadores, que sus riquezas, con ser muy elevadas, no radicaran tanto en los bienes materiales como en los antiguos misterios esotéricos.

Esta Orden siempre estuvo auroleada por el más absoluto misterio. Y no es casual que el papa Inocencio III, el 29 de marzo de 1139 decidiera dictar la bula Omne Datam Optimum, concediendo una extraordinaria amplitud a aquélla, pues a excepción de la autoridad del Pontífice, no estaban sometidos a ningún otro poder eclesiástico.

El hermetismo, que fue aprovechado para inventar toda clase de calumnias contra la Orden, y para acabar con su poderío económico y militar, se debía a unas reglas muy severas que imponían el máximo secreto sobre la organización de la Orden; así, por ejemplo, una rígida y excesiva disciplina obligaba a la abnegación y al anonimato más perfectos por parte de los monjes-soldado.

Poe dijo una vez: Puesto que apenas cabe imaginar una época en la que no existiese la necesidad o al menos el deseo de transmitir informaciones que escaparan a la comprensión general, cabe suponer que la práctica de la escritura cifrada se remonta a una altísima antiguedad.

En realidad, los Templarios desarrollaron diversas actividades económico-administrativas, bien conocidas y documentadas. Todo esto requería el mayor secretismo posible, pues en aquella época se perdían o eran destruidos muchos documentos, y ciertos escritos no debían caer en manos extrañas. Durante el maestrazgo de Roberto de Crayons se adopto la popular Cruz Templaria, también llamada Cruz de las Ocho Beatitudes, con el siempre número templario ocho y el octágono como resultado de la unión de sus brazos, el doble cuadrado, el octágono, como la más perfecta acercamiento a la perfección de la geometría cabalística que representa el círculo, que es el cielo, el infinito, Dios; y también como representación de los cuatro elementos y los respectivos estados de la materia, que coincidentemente suman; como la planta octogonal de la Mezquita de la Ascensión, situada sobre las ruinas de la casa fundacional de la Orden, el mítico Templo de Salomón. Las coincidencias con el místico número y el Temple, son innumerables.

Naturalmente, los Templarios tuvieron que imaginar una simbología y un alfabeto secretos; y algunos de los símbolos grabados en sus construcciones tienen una interpretación fácil, aunque otros no tanto...

Sin embargo, su alfabeto secreto debía acabar con la paciencia de criptógrafos de la época, pues no bastaba con descifrarlos, lo que ya era harto difícil, sino que además era preciso saber colocar cada signo en su sitio e interpretarlo debidamente, y hay que tener en cuenta que el alfabeto contaba con abundantes signos auxiliares, de muy difícil comprensión.

Cada hermano recibía una de esas cruces, que debía llevar siempre consigo, permitiéndole descifrar los signos y así mismo, servirse de la misma para redactar otros mensajes cifrados.

El alfabeto del Temple contenía 25 signos, que no se colocaban en la posición ordinaria sino cruciforme o circular, de acuerdo con el movimiento que el poseedor de la Cruz Ochavada o de las Ocho Beatitudes ejecutase con cada uno de sus brazos.

Un ejemplo clásico es el famoso cuadrado mágico: SATOR - AREPO - TENET - OPERA - ROTAS, que aparece ya en las ruínas de Pompeya, así como en una Biblia Latina del siglo VIII, en unos manuscritos griegos del siglo XII, en momendas austríacas del siglo XIV, en Santiago de Compostela y en numerosos edificios y construcciones levantadas por la Orden del Temple, cuadrado que nadie hasta ahora ha logrado descifrar satisfactoriamente.

S A T O R
A R E P O
T E N E T
O P E R A
R O T A S

Estas palabras son las mismas leídas en cualquier sentido, de arriba a abajo, y al revés, de izquierda a derecha y al revés. En realidad, es el más popular de los cuadrados mágicos, el que ha sido más estudiado y examinado, y el que nunca ha sido desenmarañado a plena satisfacción por los expertos en criptografía.

Volviendo brevemente a un lugar estrechamente vinculado a los Templarios y a la criptografía, y que ya ha ocupado espacio en alguna entrada de este blog, un lugar lleno de misterio y magía. Dicho lugar, no es otro, que la pequeña villa francesa de Rennes-le-Château, ubicada en el valle del Aude, cerca de Carcassonne, capital del Departamento del Aure, en el Languedoc, sede de antiquísimos enigmas y de supuestos tesoros; allí las piedras hablan, pero la verdad es que hasta el momento actual nadie ha entendido su lenguaje.

El misterio, si existe en realidad, estaría conectado con la repentina riqueza del cura Bérenguer Saunière, párroco del pueblo, entre los últimos años del siglo XIX y los primeros del XX, el cual, de la más completa pobreza pasó en muy reducido espacio de tiempo a gozar de la mayor riqueza, para asombro de todo el mundo, y de un modo tan enigmático que dio pie, y todavía lo da, a muchas especulaciones por parte de numerosos investigadores, incluso de los actuales.

Al parecer, el meollo del asunto se hallaría en unos antiguos pergaminos que se encontraron casualmente debajo de un altar, mientras estaban llevando a cabo unas obras de reparación del templo, hacia 1891, obras ejecutadas gracias a un crédito concedido por el municipio de Rennes.

El cura, de alguna manera logró descifrar los pergaminos, o alguien se los descifró, al menos en parte, llegando así a descubrir su contenido. Poco después se acabó su pobreza, lo que dio pábulo a muchas habladurías, por lo que el cura trató de ocultar, por medio de mensajes cifrados, sus secretos, haciendo desaparecer ciertas pistas e inscripciones de algunas lápidas del cementerio cercano a la iglesia, pero sin saber que afortunadamente ya habían sido copiadas por los arqueólogos y otros investigadores.

Cuando Saunière falleció en 1917, ni siquiera sus superiores, cuyas pesquisas había sabido esquivar, habían averiguado lo más mínimo. Sí, se hablaba de fabulosos tesoros, godos, romanos, merovingios... y naturalmente Templarios.

Porque en verdad, la Orden del Temple, aquellos valientes y misteriosos monjes-soldados, también estuvieron en aquella zona de los Pirineos, lindante con Cataluña y Huesca. Cerca de allí, en efecto, la Orden poseía dos encomiendas cuyas ruinas subsisten todavía. Se sabe que cuando Felipe IV de Francia suprimió a los Templarios lo hizo en busca de sus tesoros, que jamás consiguió, por lo que cabe pensar que el cura de Rennes, hombre tenaz y ambicioso, había levantado el velo del más tremendo misterio.

Hay que decir, dinalmente, que Rennes-le-Château se halla en el epicentro de la herejía cátara o albigense, de la que también os he hablado en este blog, por la fascinación que siempre despertó en mí; y es sabido que poco antes de la caída de su fortaleza en Montségur, no lejos de allí, se logró sacar del castillo un gran tesoro, al parecer jamás habido, y que sin duda fue escondido en algún sitio, esperando servirse del mismo en fecha no muy lejana o para evitar que cayese en manos del enemigo.

Los textos conservados, pues, a última hora, el susodicho cura los destruyó en gran parte, y el estudio de algunos detalles de las obras que emprendió sin regatear el dinero en su parroquia, podrían ser una pista oportuna.

Pero el servicio de criptografía francés nunca ha intentado descifrar todo este cúmulo de pistas y pruebas, y en todo caso, si llega a descubrirse tal tesoro, es posible que no se trate de oro ni de piedras preciosas, como aventura la preciosa novela de Peter Berling, Los Hijos del Grial, algo más grande y terrenal, vivo y palpable; o quizás un tesoro sí, pero de un conocimiento antiquísimo, más valioso que el más grande de los tesoros materiales.

Relacionando esoterismo, hermetísmo y Temple, podemos aventurar que el sumum de sus creencias se apartan bastante del dogmatísmo católico. Su cristianismo es un cristianismo solar, gnóstico, donde el conocimiento y la sabiduría es el verdadero camino hacia Dios y la salvación y elevación del alma; con raices indoeuropeas y no judías. Prueba de ello es el famoso Cristo renano del siglo XIV, un regalo a la Orden de los Pobres Caballeros, por parte de otros monjes-guerreros, los de la Orden Teutónica, que se conserva en el antiguo convento de Puente la Reina en Navarra, donde Jesús aparece crucificado sobre una orquilla de árbol en forma de Y griega. Símbolo del mítico árbol del Mundo de los indoeuropeos, representación de la pata de oca, otro símbolo templario, que podemos observar a lo largo de todo el Camino de Santiago y que a su vez, configura la runa Man, evocadora de la resurección y la vida eterna. Así todos estos símbolos que para aquellos no iniciados en lo mistérico, sólo llaman la atención por su extravagancia, implican una imagen crística relacionada intimamente con el arquetipo del Kristo solar, que para los nórdicos era Wotan u Odín, crucificado en el árbol Irminsul durante nueve días para poder descifrar el misterio y el poder mágico de las runas. Sobra decir, que las runas, como señales de un conocimiento revelado, aparecen en casi todas las construcciones templarias, habiendo sido posiblemente uno de los primeros alfabetos del mundo.

Como decía el Rabí de Galilea: el que tenga ojos, que vea.

Dedicado con afecto al templario Juan Manuel Parrilla Mota.








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