Esto es algo que tenía que ocurrir. Sin duda, los gobiernos llevaban tiempo más que preocupados con su pérdida de control sobre la información en internet. Digamos, que ya les molestaba la libertad de prensa, pero transigían con los que eran los medios de comunicación convencionales. Sin embargo, la red cibernética, repleta de formas autónomas de información, es una amenaza total de esa capacidad de silenciar, de desinformar en la que siempre se ha fundado la dominación. Mientras no sepamos lo que sucede, los gobernantes tienen las manos libres y limpias para robar y amnistiarse mutuamente como en Francia e Italia, o para masacrar miles de civiles y sembrar la tortura como EE. UU., en Afganistán e Irak. Es por eso el estado de pánico y alarma de las élites políticas y mediaticas ante la publicación de miles de documentos oficiales de los poderes "in factum" de EE. UU. y otros paises revelados por la página web Wikileaks. Se trata de un medio de comunicación por internet, creado en 2007, publicado por una fundación sin ánimo de lucro legalmente registrada en Alemania pero que opera desde Suecia. Cuenta con 5 empleados oficialmente, cerca de 800 colaboradores ocasionales y cientos de voluntarios repartidos entre todo el mundo entre periodistas, ingenieros, informáticos y abogados, muchos abogados para preparar su defensa para lo que ya sabían que se les avecinaba.
Su presupuesto anual es o al menos era hasta día de hoy, pues EE. UU. ha prohibido su financiación y se han bloqueado las cuentas de Assange en Suiza, de 300 millones de euros, producto de donaciones, que eran cada vez más confidenciales, aunque algunas no lo son tanto como las de la Associated Press. Se inició por parte de disidentes chinos, apoyados por empresas de internet con sede en Taiwan, pero poco a poco recibió el impulso de activistas en cibernéticos y defensores de la libertad de información unidos en una misma causa global: obtener y difundir la información más secreta que los gobiernos, las corporaciones e incluso algunos medios de comunicación ocultan a la ciudadanía. La inmensa mayoría de información que manejan, la obtienen también de internet, mediante una intrincadísimos procesos de encriptación de mensajes, cuyo manejo facilitan, a los podemos decir, informadores, incluyendo consejos como mandar siempre desde cibercafes o puntos calientes de Wi-Fi, lo más lejos posible de sus lugares habituales, con el fin de que sus IP, no sean nunca localizadas. A pesar del acoso del que han sido objeto desde sus inicios han ido destapando todo tipo de abusos, corrupción, tortura y matanzas en todo el mundo, desde Kenia, a las perpetradas en las guerras de EE. UU. Han recibido numerosos premios por su labor otorgados por el diario The Economist y Amnistía Internacional y este evidente prestigio internacional ha molestado visiblemente a las alturas, porque el método de ataque a los medios de comunicación por internet, es simplemente restarles credibilidad. Pero la realidad es que los 70.000 documentos publicados sobre la guerra de Afganistán y los más recientes 400.000 sobre la guerra de Irak, son todo originales, informes de soldados estadounidenses de lo más confidencial, filtrados por agentes de un gobierno que luego les ha encerrado en cárceles, pero que Wikileaks se ha encargado de verificar, enviando a los lugares en cuestión a reporteros, entrevistando supervivientes y consultando archivos.
Así, al menos dicen los mandamases, el ataque contra Wikileaks, no es un ataque a la veracidad de las informaciones que estos manejan, sino a su difusión, porque según ellos ponen en riesgo la seguridad de la ciudadanía y de los servicios de seguridad, incluido el ejército. Pero la respuesta de Wikileaks es siempre la misma, en todos los documentos que se hacen públicos, se borran metódicamente nombres y otras señas de identificación y sólo se difunden hechos pasados, por lo que es prácticamente imposible que se comprometan de modo algunos posibles operaciones llevadas en la actualidad. Aún así, Hillary Clinton ha condenado su publicación sin hacer mención ninguna a las torturas, ni a la ocultación de víctimas civiles que revelan estos documentos.
Pero lo más extraordinario es que otros medios de comunicación esten colaborando en el derrocamiento de este adalid de la libertad informativa que encabeza Julian Assange, trabajando codo con codo con los servicios de inteligencia, incluso abogando por su asesinato, como en un editorial de la ultraderechista Fox News. Incluso John Burns, periodista de The New York Times, trata de tapar la figura de Assange en medio de una niebla informativa, curioso paralelismo, con las nieblas elaboradas por su amiga y compañera, Judy Miller, reportera que informó sabiendo que era mentira, la presencia de armas de destrucción masiva en Irak y Afganistán.
Esa es una vieja táctica mediatica, para que se olvide el mensaje, se ataca al mensajero. Eso mismo hizo Nixon con Daniel Ellberg en el 71, cuando este destapo toda la basura de su gobierno, en el famoso caso Watergate y por eso mismo este, ha acompañado a Assange en númerosas ruedas de prensa que la cabeza visible de Wikileaks ha concedido. Personaje de novela, el australiano paso buena parte de su infancia cambiando de lugar, haciendo activismo hacker para causas políticas y de denuncia, viviendo más que nunca en la semiclandestinidad, en aeropuertos y huyendo de paises donde se buscan excusas para detenerlo. Por eso surgió en Suecia la acusación por violación, en primer lugas desestimada, que le ha llevado a entregarse a día de hoy, porque allí se sentía libre, no en vano, el Partido Pirata de Sucia (10% de votos en las últimas elecciones), estaba protegiendo Wikileaks, cediendoles su servidor central encerrado en un búnker subterraneo a salvo de toda interferencia.
El drama pues está servido. Una organización de comunicación libre, constituida por periodistas y técnicos voluntarios, como depositaria y transmisora de quienes quieren revelar anónimamente los secretos más profundos de un mundo podrido, frente a los que no se arrepienten de las tropelías que cometen, pero que si se alarman de que sus fechorías sean conocidas por los que los elegimos, y por los que en resumidas cuentas, les pagamos.
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