Para la historia de lo oculto, de lo hermético, para la historia no contada, la tapada, la no relatada en los habituales volumenes acerca de la historia del ser humano, la sólo revelada a los inciados en los misterios, revelada a penas en algunas obras de arte como el Cristo de Isenheim que os muestro, como Dios Sol Triunfante, la que nos habla más acerca de nuestra evolución espiritual e interior, el año 0 y Palestina también suponen un enorme giro y punto de inflexión. El ser humano había dejado de creer que los dioses estuvieran "allí fuera", en el mundo material, era necesario que bajara a la Tierra el Dios Sol, La Palabra. La misión: sembrar en la mente humana las semillas de una vida interior que se convertiría en el nuevo espacio para la experiencia espiritual. Esas semillas darían lugar a la sensación que hoy tenemos todos de cada uno de nosotros tenemos un "espacio interior".
Dios, El Plan Cósmico, o como queramos llamarlo, anhelaba que los espiritús humanos lograran la individualidad, que fueran capaces de pensar con libertad, de ejercer su libre albedrío, de elegir a quién amar. Para conseguir este objetivo, para hacerlo posible, la materia se fue densificando hasta que cada espiritú personal se aisló finalmente en el interior de su propio cráneo. Así, el pensamiento y la voluntad humanas ya no estaban bajo el control total de los dioses, los ángeles y los espiritús, como había sucedido milenios antes, en la época del sitio de Troya.
Sin embargo, esa gran evolución no estaba exenta de peligros, ya que la humanidad no sólo podía desconectarse completamente del mundo espiritual, sino que se corría también el riesgo de que los humanos se desconectasen totalmente entre sí.
Sobrevino entonces, una importante crisis. Los seres humanos ya no se sentían como seres espirituales porque el espiritú humano estaba en peligro de extinción. El vínculo amoroso que unía a tribus y familias, un amor consanguíneo instintivo y psíquico como el que une a las manadas de lobos, se había debilitado en los cráneos recién endurecidos, en los nuevos pueblos y ciudades.
Siguiendo la evolución hacia el sentido de la identidad individual, como con la Ley de Moisés, de sus normas de convivencia observadas rigurosamente, un ojo por ojo, diente por diente. También la obligación de sentir compasión por todo lo vivo como predicaba Buda. En ambas tradiciones puede verse los inicios de la obligación moral como camino de disciplina y desarrollo personal. Ahora, los estoicos romanos plantaban el estatus político y legal individual en forma de derechos y deberes.
Irónicamente, conforme se forjaba la identidad humana individual, se iba perdiendo en gran medida la sensación de que valía la pena vivir la vida. Los baños de sangre en el Coliseo no daban muestras de valor, y menos aún de inviolabilidad, de la vida humana personal.
Probablemente Jesús ben Pandira, líder de los esenios, esa secta ultraortodoxa judía, dada al conocer al mundo tras el descubrimiento de los misteriosos pergaminos del Mar Muerto, predicara pureza y compasión universal, pero desde un punto de vista de un movimiento que postulaba con su abandono de la sociedad, la desvinculación total del mundo. Es probable, a su vez, que los estoicos promovieran la responsabilidad, pero lo consideraban una obligación pura y dura, que de alguna forma también embarrancaban a la más absoluta lasitud y dejadez. Como decía el emperador estoico Marco Aurelio: "Nunca dejes que el futuro te altere, lo afrontarás, si es necesario, con las mismas armas de la razón con las que vas armado hoy para enfrentarte al presente".
La humanidad así pues, se sintió arrastrada por una ola de sufrimiento. Es de ley, imaginar que la gente desease que alguien dijera: "Venid a mí todos los que estaís fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso" (Mt. 11, 28).
Así como en el sanctasantórum de los templos de Eleusis, se mostraba al candidato a la iniciación en los misterios ocultos la espiga verde y se le enseñaba a esperar con impaciencia la época de la siembra, en el sanctasantórum de los templos egipcios, se monstraba a los candidatos cómo Isis amamantaba al bebe Horus. Este segundo Horus, este futuro Horus, sería un nuevo rey de los dioses que traería un nuevo designio divino. Se lo llamaba, el Buen Pastor, el Cordero de Dios, el Libro de la Vida, y la Verdad y la Vida. El profeta Isaías había ordenado a su pueblo seguir los designios del Señor. Les prometió la absolución de sus pecados tras haber tenido una visión de la llegada del Mesías. En la cuarta Égloga, el poeta iniciado romano Virgilio predijo la llegada del dios hombre, el Sabio. Afirmaba que la Edad de Oro volvería cuando el primogénito de Dios descendiera de las alturas, y que todas las huellas de nuestra maldad en el pasado se desvanecerían.
De hecho, la vida de Jesucristo, tal y como nos ha llegado, podría parecer una mezcla de episodios de las vidas de quienes le precedieron, sincrética sí, pero como los dogmas de cualquier religión, por ejemplo, el concepto de juicio final de las almas de los muertos judío, es herencia de los tiempos de esclavitud bajo el dominio egipcio, emana del concepto de la muerte faraónico; hijo de un carpintero y una Virgen, como el Krisna hindú; nacido el 25 de diciembre, como el babilonio Mitra; anunciado por una estrella de Oriente, como el egipcio Horus; podía caminar sobre las aguas y dar de comer a cinco mil personas, como Buda; realizaba "milagros" y sanaba como Pitágoras; y fue ejecutado en una madero y resucitó de entre los muertos como Eliseo, Dioniso-Baco o el nórdico Odín y subió a los cielos como Hércules, Enoch o Elías.
Cuesta encontrar un hecho o dicho atribuido al Jesús de los Evangelios que no se hubiera presagiado de una u otra forma, y si no se cumplía de forma natural, el mismo Cristo se encargaba de que se cumpliera como en el epísodio de la entrada en Jerusalen el Domingo de Ramos, cuando rechaza el caballo, para entrar en un pequeño asno, para así hacer cumplir la profecía del profeta Elías. Cualquiera que tenga tendencia al pensamiento destructivo se decantará por considerar que esto constituye una prueba de que su vida era pura ficción. Sin embargo, en la historia secreta, el suyo es un movimiento universal de convergencia, ya que el cosmos entero se estaba esforzando para dar a luz al nuevo dios Sol.
Solo hay que fijarse en la magnífica imagen que se tiene de la Natividad, tal como se ha representado en las muestras artísticas más importantes de la historia, y se decodifica según la doctrina secreta, se puede comprobar como toda la historia oculta ha tendido hacia ese punto.
En María se debe destacar la presencia de las diosas madres, de Isis en particular; cuando el sol salía en la constelación de Piscis, el signo de Jesús, la constelación en el horizonte contrario era la de Virgo. En José, el patriarca que lleva una vara, vemos al propio Osiris, con la vara que es símbolo del tercer ojo, olvidado por el ser humano y con el que se podía vislumbrar los mundos espirtuales, no olvidemos sus visiones angélicas. La cueva en la que frecuentemente se representa el nacimiento de Jesucristo, es el huesudo cráneo en el que está a punto de tener lugar un nuevo milagro de la conciencia. El bebé en el pesebre respladece como la piel de Krisna. El buey y el asno, representan las dos eras que han llevado a la nueva Era de Piscis, las de Tauro y Aries (en Mesopotamia y Egipto, el carnero de Aries era sustituido por el asno sagrado Panit). La estrella que guía a los reyes magos es el espiritú de Zaratustra (el nombre del profeta babilonio quiere decir "estrella dorada"). Los magos son reencarnaciones de Pitágoras y Aristóteles, la ciencia inclinada ante el nuevo rey de reyes, iniciados por el profeta loco Daniel. El beatifíco ángel que anuncia la buena nueva a los pastores es el espiritú bondadoso de Buda.
Todo es complejo, nada es sencillo, aprendamos a mirar con otros ojos.
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