
Fruto de esta revolución iniciada por el bello sexo, surgen un sinfín de culturas profundamente matriarcales, la mujer como centro de religiosidad y poder, una mujer madre, como la misma Tierra que nos alimenta y cobija. El mundo entero se llena de diosas-leopardo, diosas-serpiente, diosas-gacela, representaciones de fecundidad femenina, que no nos abandonarán hasta la aparición de las culturas clásicas: egipcia, helena y romana, que iran sustituyendo estas diosas femeninas, por los nuevos dioses fálicos, masculinos, solares, hasta llegar al más castrante para la mujer y para todas esas divinas diosas, el Yahveh judío y cristiano. De esta forma el hombre se encumbraría de nuevo al poder, así en el cielo como en la tierra.
El espiritual grupo australiano Dead Can Dance, rinde homenaje en la extraordinaria película documental Baraka (palabra árabe que significa bendición divina) de Ron Fricke, a Yulunga, la diosa-serpiente de su natal Australia, la diosa madre de toda la cosmología nativa aborígen, en una nostálgica añoranza colmada de hermosura, de los tiempos de comunión con la mujer, con la madre, con la Tierra.
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