Cuentan que para que el príncipe Gauthama Buddha fuera feliz, su padre el rey Suddhodana trató de evitarle todo contacto con el sufrimiento inherente a la realidad, creando para él un mundo idílico donde los placeres fueran el único aliciente de la vida. De esa manera, pretendía impedir el desarrollo de su espiritualidad y conseguir así romper la profecía sobre el futuro de su hijo.
Cinco siglos después otro hombre lleno de amor se mezclaba con los pobres, leprosos, enfermos, pecadores, putas y recaudadores. Dignificaba a la mujer, hablaba con los otros, cananeos, fenicios, samaritanos. Mientras reprendía a los ricos, sacerdotes y poderosos. Pagando con tortura y muerte la osadía de cuestionar el sistema dominante y, sobre todo, sus estructuras de poder. Muchos lo nombran, pero realmente pocos lo imitan.
Los dos personajes, Buda y Cristo, son hoy símbolos de un pensamiento que ha transcendido lo temporal para ser identificados como caminos para alcanzar el equilibrio armónico entre materia y espiritú.
La canalización, a través de la sublimación de nuestra emociones positivas, de las inquietudes que sobrecogen a los seres dotados de capacidad cognitiva se ha intentado siempre de una forma colectiva buscando una uniformidad en el credo. Gracias a las nuevas ciencias (neurociencia, antropología cultural no etnocéntrica, etología...) se puede afirmar que la evolución de nuestro sistema límbico nos permite el control del cerebro reptiliano, primitivo e instintivo. El funcionamiento sincronizado del sistema límbico junto con un neocórtex también muy evolucionado genera la creación de emociones límbicas positivas trayéndolas a la consciencia y materializándolas en nuestras relaciones con los demás. El ser portadores de miles de células huso y neuronas espejo, nos convierte en el ser vivo con más posibilidades de empatizar con nuestros semejantes.
Tristemente el Señor Sarkozy ha actuado en el caso de la expulsión de los gitanos rumanos como el padre de Buda, tratando de proteger a la ciudadanía francesa de los efectos perniciosos generados por tan indeseados huéspedes. Robos, violencia, suciedad, mal olor, enfermedad... ¿Quién desea cerca de su vivienda la presencia de tan incómodos vecinos? ¿Qué le importa al rebaño de gentes de bien y civilizadas que el giro singular anterior en el cerebro, combine nuestra sensibilidad, pensamientos y sentimientos? Lo que le importa al ciudadano normal, al ciudadano vulgar es vivir lo mejor posible y que se eliminen los parásitos que ponen en peligro las ventajas de una sociedad, por llamarla de algún modo, limpia de excrementos, olvidándose del mensaje evangélico y sobre todo humanístico, que tergiversan para evitar su cumplimiento.
Yo, considerándome como me considero una persona progresista, me solidarizo con la denuncia de la comisaria europea para la integracion, cuando acusa al Señor Sarkozy, de generar xenofobia y racismo gratuito con la expulsión de ciudadanos europeos de otras nacionalidades y de otra categoría. Cabe de todas formas preguntarse: ¿Por qué se permitio, en su momento, la entrada en la Unión Europea de Rumanía y Bulgaria sin incumplían los criterios mínimos para su ingreso, como pudo ser la falta de integración en los respectivos de sus minorías étnicas? ¿Es que no se puede proteger de acuerdo con los principios jurídicos de la Unión a todos los ciudadanos del delito de inseguridad, sin llegar a la expulsión preventiva?
Sinceramente, empiezo a pensar que para ser dirigente en algunos países se requiere la extirpación de los lóbulos medios prefrontales del neocórtex, la lobotomización, su carencia facilita las acciones de poca o nula moralidad, sin que por ello se sienta el menor arrepentimiento independientemente de sus efectos en otros seres humanos. Aunque tampoco nos podemos olvidar de la provocación que supone la marginalidad asumida como identidad que nos diferencia.
En la ventaja evolutiva del amor, de George Vailant, el autor sentenciaba: Las estrategias de supervivencia supra-instintual generan algo que es probablemente único de los seres humanos: un punto de vista moral que, de vez en cuando puede trascender los intereses del grupo inmediato e incluso de la propia especie.
El Señor Sarkozy y sus colegas son sin duda para mí, culpables. Pero honestamente, me pregunto ¿no son nuestros gobernantes el reflejo de esta sociedad nuestra enamorada de lo fácil y donde la falta de compromiso campa a sus anchas? ¿No son un reflejo de nosotros mismos, seres que pululamos por este mundo, como sombras carentes de ideales, superflúos y frívolos? El Señor Sarkozy y sus amigos europeos han optado por lo más fácil, pero también lo más peligroso.
Aún puedo sonreir, por las cosas del pasado que no nos han podido ni podrán arrebatar, con una maravilla como esta, que un día creo un francés, un francés que era gitano, y se llamaba Django Reindhart.
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