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Bajo la influencia de la Especia Melange, la Especia de las Especias...

sábado, 12 de junio de 2010

Flamencos Y Pelícanos

Primavera de 1979, José Monje siempre espiritu inquieto, como fruto de su amistad con los nuevos jóvenes valores gitanos del momento, pone en marcha un nuevo proyecto, esta vez junto a su gran amigo Tomatito y dejando por el momento, de lado al maestro Paco de Lucía, después de haber grabado sus primeros ocho albumes con el algecireño, al que conoció tras su marcha a la capital de España. Camarón buscaba dar un paso más, buscaba transgredir. Surge así, La Leyenda Del Tiempo, un disco clave para entender el universo creativo del genio de San Fernando.
El disco supone una auténtica revolución en el mundo del cante jondo, así como la primera toma de contacto, del calvario que sufriría Camarón durante el resto de su carrera artística, por parte de voces críticas que le acusaron siempre, de haber traicionado la ortodoxia y la tradición, que tanto había sido ponderada por los que habían sido sus mentores. Se dice, que sus seguidores acudían a las tiendas de discos a devolver el Lp, tras haberlo escuchado, aludiendo a que: "Ese no era Camarón".

Aunque ya se habían probado acercamientos entre otras músicas y el flamenco, hay que recordar que en cierta forma, así lo habían hecho grupos rock, como Triana o Smash, con el gran Manuel Molina, a la guitarra; el flamenco seguía parapetada en una posición inmovilista. Por eso, La Leyenda Del Tiempo, supone un giro cardinal en la historia del flamenco y hace que todo estalle.

La grabación, producida por Ricardo Pachón, que ya había producido proyectos muy transgresores como Veneno (usease, Kiko Veneno y los hermanos Amador), al propio Kiko, así como a los Pata Negra (Rafael y Raimundo Amador), y que participaron activamente en el disco, (por ejemplo, el famoso Volando Voy, es obra de Kiko Veneno), dista efectivamente mucho, de lo que diríamos el flamenco ortodoxo de guitarras, palmas y coros, para incluir elementos lejanos a los palos clásicos del cante, con concesiones al rock, al jazz y los sonidos orientales, sin dejar de ser un producto netamente flamenco.

El trabajo incluyó intrumentos hasta el momento desconocidos en un disco de cantaores: bajo, batería, organo Fender, guitarras eléctricas, cítaras..., aunque el Isleño canta en él, con la misma alma que canta en todos sus discos anteriores. Camarón tenía la intención de acercar el cante, a un público poco acostumbrado al flamenco convencional, introduciendo instrumentaciones y arreglos estilísticos que sonaran más modernos para el público joven, con la intención de que fuera un arte más creativo.

En una estrevista declararía: "El flamenco está hecho, pero sobre lo hecho se puede seguir creando sin engañar, sin mistificar. ¿Por qué tenemos que hacer todos la soleá exactamente igual, como si todos fueramos, un sólo disco? Si yo puedo añadirle algo propio, enriquecerla, sin desvirtuar lo que es el cante por soleá, ¿por qué no voy a hacerlo?" El cambio fue tan profundo que incluso él mismo cambio de imagén, en la portada del disco, con un aspecto mucho más moderno, lució una barba que ya no abandonaría el resto de su vida y quedó sólo como Camarón.

A pesar del tremendo significado e influencia del disco, el esmero con el que fue grabado y las expectativas que despertó entre sus creadores, fue un fracaso total de ventas (apenas se llegaron a las seis mil copias). Aún así, el albúm supuso un cambio radical en la escena flamenca; sin saberlo, el de San Fernando, abrió una puerta que revolucionó el arte desde dentro y que dió paso al surgimiento de los más tarde llamados "jóvenes flamencos", que tantos frutos a dado y que tantas opciones ha concedido al mestizaje musical entre diversas culturas y sus distintas formas de acercarse a la música flamenca.

El tiempo pone todo en su lugar.

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