A nadie que conozca mínimamente nuestra reciente historia social le habrá extrañado la abstención crítica del actual diputado del PSOE Antonio Gutiérrez Vergara en la votación del decreto de reforma del mercado laboral impulsado por el gobierno de España. Un posicionamiento no por poco previsible menos esperado por algunos, los que le conocen mejor y han tenido la suerte de conocer su integridad.
Durante los años en que lideró la Confederación Sindical de Comisiones Obreras, Antonio Gutiérrez tuvo ocasión de tomar partido de forma pública y clara a favor de la dignidad del trabajo y de los derechos de los trabajadores. Y a fé que lo hizo reiteradamente y sin tapujos. Seguramente quienes le ofrecieron un puesto en la filas socialistas consideraron esta trayectoria como un aval electoral de nivel.
Lamentablemente, el aparato partidista que en su día quiso aprovechar el valor añadido de una historia personal de coherencia como refuerzo de su opción política a los ojos del electorado, ahora se propone sancionar con una multa el mantenimiento de dicha coherencia. No se puede dudar que ello sea legal, según los estatutos del Grupo Parlamentario Socialista, pero no parece muy legítimo. ¿O es que los valores personales solo son un reclamo electoralista que hay que dejar de lado una vez se llega al "mundillo" de la política?.
Pues bien, el ejercicio de la política parlamentaria no está precisamente sobrado, por lo que todos podemos apreciar dia a dia, de dignidad. Antonio Gutiérrez la ha reivindicado con un sencillo acto de responsabilidad, hacia el mismo en primer lugar y ante los ciudadnos a los que representa, mal que les pese a sus compañeros de partido, casi en silencio, sin declaraciones grandilocuentes, como debe de hacerse. La respuesta del portavoz socialista, José Antonio Alonso, llamando a la disciplina contra las convicciones va (in)justamente en la dirección contraria, o al menos, ese es el parecer de este humilde ser humano que os escribe.
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