Con La Muerte En Los Talones (1959), se sitúa entre Vértigo (1958) y Psicosis (1960), es decir, forma parte de la etapa más popular y apreciada de Alfred Hitchcock; son objeto de continuos análisis, estudios, ensayos, reestrenos...
En 1958, el director se había comprometido con Metro Goldwyn Meyer a rodar una adaptación de la novela The Wreck Of Mary Deare (El Misterio Del Barco Perdido). Para ello solicitó la colaboración del prestigioso guionista Ernest Lehman, que había trabajado, entre otros, con Robert Wise, el gran Billy Wilder y John Frankenheimer. Pero el guionista, en lugar de interarse por dicha novela, convenció a Hitchcock de que los dos escribieran mano a mano una historia original y de mayor interés. Sin pensárselo dos veces, Hitchcock justificó ante los ejecutivos de MGM que el guión llevaría más tiempo del previsto y que mientras tanto podría preparar una película más sencilla. MGM aceptó la propuesta, y ambos guionistas comenzaron a divertirse con una historia que fueron inventando sobre la marcha. La MGM, por su parte, encargó el proyecto de El Misterio Del Barco Perdido al director Michael Anderson, que la rodó aquel mismo año, con un atractivo reparto encabezado por Gary Cooper y Charlton Heston, aunque el resultado no fuera del menor interés.
El mago del suspense, arrastraba desde hacía tiempo algunas ideas que le apetecía filmar. Una de ellas era una persecución el el monte Rushmore por entre los rostros de los presidentes de Estados Unidos esculpidos en piedra. Otra, la de que el servicio de espionaje del Gobierno hubiera inventado un agente falso para despistar a sus enemigos y permitir que el auténtico agente trabajara con menos riesgo. Una tercera idea era la de un asesinato cometido en la sede de la ONU. Otra, la de una avioneta fumigadora persiguiendo en el desierto y a pleno día al protagonista de la historia... Es decir, mimbres suficientes para iniciar una historia que iba a titularse Breathless (Sin Aliento); finalmente se optó por North By Northwest, una expresión anglosajona, poco menos que intraductible. De hecho, en Italia y Sudamérica acabó llamándose Intriga Internacional, mientras que en Francia y España se utilizó La Mort Aux Trousses (Con La Muerte En Los Talones), que describe mejor las trepidantes vicisitudes del protagonista.
La historia comienza en el bar del hotel Plaza de Nueva York cuando el publicista Roger Tohrnhill (Cary Grant) es confundido por unos agentes enemigos con el espía George Kaplan, personaje inexistente creado por la Agencia de Inteligencia para despistar a la organización enemiga. Thornhill es raptado y conducido a una casa donde conoce al jefe de la organización (James Mason) y a sus secuaces. Ninguno le cree cuando asegura que él no es el tal Kaplan. Consigue escapar borracho conduciendo peligrosamente un coche, una escena de gran sentido del humor a pesar de la gran tensión. Empeñado en demostrar que lo que dice es cierto, Thornhill se dirige a la sede de la ONU, donde espera encontrar al dueño de la casa en la que estuvo retenido, que resulta ser un hombre distinto al que conoció. Por si la sorpresa no fuera suficiente, a su interlocutor le clavan un cuchillo en la espalda; cuando Thornhill pretende auxiliarle, se encuentra de pronto sujetando el cuchillo en la mano y es acusado del asesinato, por lo que ahora será también perseguido por la policía. Necesitado de encontrar al verdadero Kaplan para demostrar su inociencia ante las autoridades y conseguir que los agentes de Vandamm (James Mason) le dejen en paz, Thornhill correrá toda suerte de peripecias. En un viaje en tren entra en contacto con una mujer fascinante, Eve Kendall (Eva Marie Saint), que le ofrece ayuda. Ambos se sienten sexualmente atraídos, por lo que la película absurdamente fue cortada en España, había surgido algo demasiado sexual..., pero el hombre descubrirá pronto que ella es una espía enemiga y amante de Vandamm, aunque más tarde se sabrá que, en realidad, es una agente doble que trabaja para el Gobierno infiltrada en la banda.
Mientras el guión iba tomando forma, Hitchcock fue abandonando la primera idea de que James Stewart, con quién había trabajado ya en cuatro ocasiones, por ejemplo, en la Ventana Indiscreta (1954), fuera el protagonista. Las características del personaje encajaban mejor con el estilo de Cary Grant, otro de sus actores favoritos, y con el que había rodado ya tres películas. Cary Grant representaba mejor el ejemplo de lo que a Hitchcock le hubiera gustado ser: un hombre apuesto, elegante y de éxito con las mujeres. Ante las insistentes llamadas de Stewart, que luchaba por el papel, Hitchcock inventaba excusas para no mostrarle el guión, hasta que el actor se dió por vencido y aceptó intervenir en Me Enamoré De Una Bruja (Richard Quine, 1958), de nuevo junto a Kim Novak.
Por su parte, MGM pretendía que el personaje de Eve Kendall fuera interpretado por Cyd Charisse, lo que Hitchcock rechazó. No respondía esta actriz a las características de "sus rubias", como Grace Kelly, retirada del cine por su boda con el Príncipe Balduíno de Mónaco, o Kim Novak, con quién no había tenido una relación fácil durante el rodaje de Vértigo. Así pues, Hitchcock se vio obligado a inventarse otra "rubia de hielo"; en este caso Eva Marie Saint, que había ganado un Oscar con La Ley Del Silencio (Elia Kazan, 1954). Pero su aspecto de chica modosita no encajaba con el personaje. Dado el fracaso del departamento de vestuario para transformar a la actriz, Hitchcock se encargó personalmente de escoger sus vestidos de tienda en tienda.
No hubo discusión a la hora de elegir al inquietante y versátil James Mason para el personaje de malvado ni para los restantes personajes secundarios. Hitchcock ya había trabajado con Leo G. Carroll, el jefe del cotraespionaje, en Rebeca, Sospecha, Recuerda, El Proceso Paradine y Extraños En Un Tren. También había trabajado con la actriz Jessie Royce Landis, madre de Grace Kelly en Atrapa A Un Ladrón y madre de Grant en esta película, a pesar de que la verdadera diferencia de edad entre ambos apenas llegaba a un año. Para el esbirro de James Mason se eligió a Martin Landau en una de sus primeras interpretaciones cinematográficas. Proveniente del teatro, compuso a su personaje de sádico matón con insinuados toques de homosexualidad que sorprendieron a la audiencia. (Años más tarde, Landau sería un rostro popular de la televisión en series como Misión Imposible y Espacio 1999. Preseleccionado para el Oscar, lo consiguió en 1995 al recrear al mítico actor Bela Lugosi en Ed Word, 1994, de Tim Burton).
El rodaje, sin embargo, fue más complicado de lo previsto. Hitchcock se vio obligado a comenzar su película cometiendo un delito, a pesar de su paranoico miedo a la policía. Como estaba prohibido a rodar en el edificio de la ONU, situaron en su exterior una camioneta con una cámara oculta desde la que se rodó la entrada de Cary Grant al edificio ante la presencia de los vigilantes de seguridad. Posteriormente, el director y un fotógrafo pasearon por el interior como simples visitantes, aunque fotografiando todos sus ángulos a fin de reproducirlos luego lo más fielmente posible. La autenticidad de las localizaciones era algo que preocupaba mucho al director. La guarida de James Mason era en realidad una casa de Frank Lloyd Wright, reproducida en maqueta para los planos lejanos y parcialmente reconstruida a escala rela para los momentos en que Grant merodea a su alrededor.
La secuencia en el monte Rushmore sufrió igualmente otro contratiempo. La idea de que se cometiera alli un asesinato y que dos personas huyeran por entre las esfinges de Lincoln, Washington, Roosevelt y Jefferson en un monumento que simboliza la democracia no gusto al Departamento de Interior, que prohibió no sólo el rodaje in situ, sino hasta que se filmara una reproducción. La polémica trascendió a la prensa y alguien sugirió que "el señor Hitchcock podía volver a su casa de Inglaterra y dibujar a la gente trepando por el rostro de la reina". Ni que decir tiene que la idea de que Cary Grant se escondiera en las fosas nasales de Lincoln y que un estornudo le delatara quedó descartada, así como el posible título The Man In The Lincoln Nose. El director se desquitó incorporando su propia esfinge a la de los cuatro presidentes en un cartel publicitario de la película, y retirando de los agradecimientos a las instituciones correspondientes.
Para compensar tales inconvenientes, y con su flema británica, Hitchcock decidió no dirigir a Cary Grant en la secuencia en que éste entra en el hotel Plaza. Como el actor tenía un apartamento fijo en el mismo hotel y había hecho ese recorrido cientos de veces, Hitchcock pensó con humor que ya "sabía perfectamente qué hacer en ese trayecto", y dejo a Grant a su aire. Tiempo después, el director recordaría con satisfacción que cuando llevaban ya varias semanas de rodaje el actor le había dicho que seguía sin entender una palabra de lo que estaba pasando, utilizando la misma expresión que el personaje dice en la película: "I don't know what you're talking about".
La obsesión de Alfred Hitchcock por controlar todos los detalles de cada película le llevó a trabajar con asinuidad con aquellos colaboradores con los que se entendía y en quienes podía confiar. Repitió hasta 12 veces con el operador Robert Burks, varias con el director artístico Robert Boyle, con el autor de los títulos de crédito Saul Bass y con el montador George Tomassini. En Con La Muerte En Los Talones volvió a recurrir a Bernard Herrmann, para la banda sonora, autor de algunas de las partituras más populares del cine. Compositor de extraordinario talento, sabía utilizar la música como un elemento dramático sobresaliente; en las primeras imágenes de esta película en que se muestra la vida cotidiana en las calles de Nueva York, Herrmann contrapuso un insólito toque amenazador anunciando que algo extraño iba a suceder. La complicidad entre ambos quedó interrumpida en Cortina Rasgada (1966), donde el músico fue sustituido por John Addison. Herrmann continuó su brillante carrera, iniciada prácticamente con La Guerra De Los Mundos, de Orson Welles, hasta Taxi Driver (1975), que Martin Scorsese le dedicó.
La película superó en más de un millón de dólares el presupuesto inicial, pero aún así resulto un negocio rentable no sólo para la productora, sino también para Hitchcock y Grant, que además de sus sueldos se habían reservado un porcentaje de las recaudaciones. Por si no fuera suficiente, Grant había acordado cobrar 5000 dólares por día extra de rodaje. El retraso y el éxito aumentaron considerablemente la fortuna de ambos.
El estreno se celebró el 1 de julio de 1959 en Chicago en lugar de en Nueva York, ya que Historia De Una Monja (Fred Zinnemann, 1959) permanecía en cartel más tiempo del previsto y MGM no quería competir con sus mismas producciones. Las críticas fueron muy elogiosas, lo que satisfizo en sobremanera al director, aunque apenas lograra ningún premio. Presentada en el Festival de Cine de San Sebastian, se le escapó la Concha de Oro precisamente a favor, de la anteriormente mencionada película, aunque recibió la Concha de Plata al mejor director. En los Oscar no logró culminar ninguna de sus tres candidaturas (guión, montaje y dirección artística). La película del año fue Ben-Hur, de William Wyler.
En esta película Alfred utiliza elementos que había ensayado en películas anteriores. El tema del hombre corriente que acaba implicado en una compleja trama está presente en otras películas suyas. Refleja uno de los miedos del ser humano: ser acusado de algo que no ha cometido y no poder demostrar su inocencia.
El tema del asesino equivocado ya había sido utilizado en Falso Culpable (1956), mientras que la idea de utilizar monumentos para una persecución recuerda la secuencia de la Estatua de la Libertad en Sabotaje (1942), la persecución en coche por una peligrosa carretera evoca a Atrapa A Un Ladrón; las acrobacias en el vacío rememoran escenas de Vértigo; la mansión misteriosa en la que alguién está secuestrado nos trae a la memoria El Hombre Que Sabía Demasiado, y hasta de su etapa inglesa rescata las escenas en el tren de Alarma En El Expreso.
Sorprenden en Con La Muerte En Los Talones las pocas explicaciones que se dan sobre el objetivo de la organización enemiga; es lo que Alfred Hitchcock llamo misteriosamente McGuffin, definición sobre la que dialogó con François Truffaut en el libro El Cine Según Hitchcock: "El McGuffin es un rodeo, un truco, una complicidad, lo que se llama un gimmick. En realidad, el McGuffin no es nada. Mi mejor McGuffin, y por ello quiero decir el más vacío, el más inexistente, el más irrisorio, es el de Con La Muerte En Los Talones". Cuando Cary Grant pregunta al Servicio Central de Inteligencia qué pretende el hombre que le va persiguiendo, el agente responde:
- Digamos que se dedica a importaciones y exportaciones.
- ¿Pero qué vende?
- Oh..., precisamente secretos del Gobierno.
"En este caso", dijo Hitchcook, "redujimos el McGuffin a su expresión pura: nada".
Como era habitual en el cine de Hitchcock, la película está repleta de detalles de humor; la caspa de Kaplan, la madre de Thornhill dispuesta a ser sobornada por 50 dólares, los brillantes dialogos entre Thornhill y Eve Kendall..., y alguna otra broma, quizás más privada, que puede escapársele al espectador; por ejemplo cuando, en la escena de la subasta, James Mason replica a Cary Grant: "¿Nadie le ha dicho que sobractúa en sus distintos papeles...? Debería recibir menos entrenamiento del FBI y más lecciones del Actor's Studio", en presencia de Eva Marie Saint, entonces alumna aventajada de la famosa escuela de actores.
La publicidad lanzó la película como "un super Hitchcock". No debe sorprender ver el nombre del director en la campaña. Hitchcock fue un director estrella y el público esperaba ansioso toda nueva producción suya. Su figura oronda era reconocida y buscada por los espectadores, dada la afición del director a aparecer fugazmente en sus películas. Para no distraer al público, fue adelantando cada vez más su aparición en la pantalla. En Con La Muerte En Los Talones lo hace en la primera secuencia, a punto de tomar un autobús que le deja en tierra dándole con la puerta en las narices. Este exhibicionismo fue llevado al máximo en sus apariciones en la serie de televisión Alfred Hitchcock presenta...
Ante ustedes, una de las mejores secuencias de la historia del cine, jamás una carretera desierta a mediodía, en mitad de ninguna parte han dado tanto miedo, algo que se intuye desde el primer plano general...
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