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Bajo la influencia de la Especia Melange, la Especia de las Especias...

viernes, 18 de marzo de 2011

Quetzalcoátl Y El Hermano Conejo

Si observamos la luna en una noche despejada y con una buena visibilidad nocturna, si nos detenemos a observar atentamente a nuestro satélite natural, si podemos dejar nuestra imaginación volar mientras visualizamos, podremos ver en la superficie lunar, formada por las manchas, que no son otra cosa que los grandes valles y depresiones selenitas, la silueta de un humilde conejo. Una antiquísima leyenda maya explica la presencia de esta silueta en nuestro astro menor, es la leyenda del conejo en la luna.

Esta leyenda nos cuenta que una vez, el gran dios maya Quetzalcoátl decidió disfrazarse de hombre y dar un largo paseo por sus dominios en la Tierra. Tras caminar mucho, durante todo el día, sintió cansancio y hambre, pero aún así no se detuvo ni un instante. Cayó la noche, las estrellas brillaron en el firmamento y en el horizonte se asomó perezosa la luna, sólo en ese momento el buen dios se decidió y se detuvo a descansar sentado a la vera de un desgastado camino.


En ello estaba cuando vio que por la vereda se acercaba alegre, con una raíz que le iba a servir de cena, un pequeño conejo. El dios Quetzalcoátl preguntó al conejo que iba a cenar, el conejo le respondió que zacate, y reconociendo al dios, le ofreció humildemente un poco. El dios le contestó que el no comía de eso y que seguramente su fin sería morir de hambre y de sed. Horrorizado ante la posibilidad de la muerte del dios, el conejito se acercó a él aún más, y le dijo que por más que él tan sólo fuera una nimia y pequeña criatura, bien podría servir para satisfacer las necesidades del buen dios y se ofreció a él mismo como sacrificio, como holocausto, tan sólo para ser alimento del dios.


Al oir esto, el corazón del buen Quetzalcoátl se ensanchó de gozo y acarició amorosamente a la pequeña criatura. Tomándolo entre sus manos, le dijo que no importaba cuán pequeño fuese, que a partir de aquel día, todos los hombres y todos los seres sobre la tierra, lo recordarían por aquella acción suya de ofrecer la vida desinteresadamente para salvar otra. Luego, lo levanto alto, tan alto, que tocó la luna con el cuerpecito del conejo, dejando en ella la silueta de este. Después, lo bajó cuidadosamente y le mostró aquella imagen suya, retratada para siempre en luz y plata, para la memoria de todos los hombres y todas las criaturas vivientes, hasta el fín de los días.

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