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Bajo la influencia de la Especia Melange, la Especia de las Especias...

martes, 10 de agosto de 2010

Matar A Un Ruiseñor

Estamos de aniversario. Han pasado 50 años desde que desde las páginas de una maravillosa novela, Atticus Finch el héroe silencioso, enseñara a sus hijos que "uno no comprende realmente a una persona hasta que no se mete en su piel y camina dentro de ella" y desde que este abogado sureño decidiese defender a Tom Robinson, un negro acusado de violación en la Alabama de los años 30, profundamente empobrecida por la Gran Depresión y cimentada en un racismo que parecía inamovible. Él sabía que sus posibilidades de lograr justicia eran nulas, pero como le explica a su hija, "el que hayamos perdido 100 años antes de empezar no es motivo para que no intentemos vencer". Ha transcurrido medio siglo desde que un libro extraordinario, los hermanos Jem y Scout y su amigo Dill - personaje al parecer inspirado en un anónimo por entonces niño llamado Truman Capote - quedaron atrapados por una malsana curiosidad ante la figura que ocupaba la casa más inquietante de Maycomb, Boo Radley, para acabar descubriendo que jamás hay que dejarse llevar por los prejuicios. Hace ya un lustro, que Nelle Harper Lee publicará, lo que es ya una obra maestra de la literatura contemporánea, Matar A Un Ruiseñor.


Nelle Harper Lee, nacida en Alabama en 1926, publicó su único libro en 1960, cuando tenía la edad de 34 años; fue un éxito inmediato (más de treinta millones de ejemplares hasta el momento) y al año siguiente ganó el Premio Pulitzer. La maravillosa película de Robert Mulligan, estrenada solo dos años después, en la que Gregory Peck encarna a un inolvidable Atticus Finch (se llevo un Oscar por este papel), con una actuación que se queda pegada a la retina y al corazón como la banda sonora del gran Elmer Bernstein permanece flotando en el inconsciente, no hizo más, al parecer, que incrementar el impacto social de una novela que es capaz de bucear en las heridas de la vida y de un país sin hacer daño, pero sin hacer ningún tipo de concesiones, con una mirada que puede parecer inocente, pero que no lo es en absoluto. Desde que publicó su libro, Harper Lee, sólo concedió unas cuantas entrevistas, al poco tiempo decidió huir de la fama y desde entonces vive a escondidas, aunque no recluida, a caballo entre Monroeville (Alabama), su ciudad natal y Nueva York.


¿Qué es lo que queda tan intensamente grabado en el alma del lector que tiene el placer de sumergirse en Matar A Un Ruiseñor?


Pues se quedan las palabras que se mezclan con las imágenes del filme de Robert Mulligan, quedan los niños que descubren el mundo real y se enfrentan a una historia cargada de injusticias, queda la lucha por la dignidad de un abogado y el relato de un padre que quiere proteger a sus hijos sin ocultarles las miserias del mundo en el que, por desgracia, viven y queda una frase - "cuando tenía casi 13 años, mi hermano Jem sufrió una fractura en el codo" - con la que empieza una obra que sigue ganando lectores en todo el mundo. Y quedan aún tres razones, eso sí, mucho más subjetivas, que hacen que el tiempo siga respetando esta nóvela. Primero, que es una buena historia y siempre debe de haber sitio en nuestras estanterias para las buenas historias. Segundo, que el libro trata un tema esencial en todas partes: el desafío de vivir en paz con gente que es diferente a nosotros. Y tercero, que esta nóvela comparte algo con otras muchas grandes creaciones literarias: te hace preguntarte ¿Qué harías? ¿Defenderías lo que crees justo como Atticus aunque te enfrentes a las críticas e incluso al odio de los demás?.


Mezcla de ficción y recuerdos de infancia, Matar A Un Ruiseñor es también un homenaje a la figura paterna, a su insobornable valentía ("este es su país: lo hemos forjado de ese modo y más vale que aprendan a aceptarlo tal y como es", afirma Atticus), a los paisajes humanos y físicos de la infancia que modelan lo que somos y con los que nos topamos constantemente a lo largo de nuestra vida. De este modo, por encima de todos los personajes, de Scout, Dill y Jem, de la propia Harper Lee, de Gregory Peck y Robert Mulligan, del Viejo Sur y de la Gran Depresión, surge la figura de Atticus Finch, el hombre que pronuncia estas palabras: "Quería que descubrieses lo que es el verdadero valor, hijo, en vez de creer que lo encarna un hombre con una pistola. Uno es valiente cuando, sabiendo que la batalla está perdida de antemano, lo intenta a pesar de todo y lucha hasta el final, pase lo que pase. Uno vence raras veces, pero alguna vez, vence.".

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